APORTES Y PERSPECTIVAS
El Tiempo de vacaciones, es un tiempo de mirar, escuchar y de volver a jugar, recuperando el juego libre tan necesario para el desarrollo de los niños.
Para FrancescoTonucci “El juego libre es la verdadera necesidad del niño, donde los aprendizajes más importantes en la niñez se alcanzan a través de esta actividad y es ahí donde resulta fundamental que los pequeños puedan explorar la libertad. Por eso la tarea de permitirles a su hijo tiempo libre y la posibilidad de elegir los espacios donde jugar recae sobre los padres. Lo cual implica que pueda salir de casa, encontrarse con sus amigos, ir a diferentes parques, experimentar entornos distintos y conocer la ciudad”
Primero es el juego (Francesco Tonucci)
Viendo a nuestros niños tan bien vestidos, bien alimentados y capaces de manipular aparatos tan complejos, que hablan idiomas extranjeros de un modo tan precoz, que practican un deporte en serio, respetando las reglas y aprendiendo los trucos desde los primeros años, a los adultos a menudo se nos ocurre pensar que realmente han tenido suerte. Y en cambio, cada vez se da menos importancia a la experiencia más importante de la vida del hombre y de la mujer: el juego. El juego que, para ser juego, debe ser libre, sin control del adulto, con otros niños, en lugares libres y accesibles. Del mismo modo que existe un largo debate entre antropólogos y filósofos que plantea la hipótesis de que el juego es anterior y un elmento constituyente de la cultura humana, se puede afirmar con certeza que el juego está en la base del desarrollo individual de todo el hombre o mujer. De hecho, los primero días, meses y años son cuando más rápido es el desarrollo. Antes de que un niño entre por primera vez en un aula, ya han sucedido las cosas más importantes: el aprendizaje de las cosas más importantes, los cimientos en los que deberán sustentarse todos los conocimientos futuros, o se han adquirido ya o difícilmente podrán recuperarse. Y eso, gracias a la única y gran actividad presente en esta las primeras fases de la vida: el juego.
El niño vive con el juego una experiencia poco frecuente en la vida del hombre, la de enfrentarse a solas a la complejidad del mundo: él, con toda su curiosidad, con todo lo que sabe y lo que sabe hacer, ante el mundo, con todos sus estímulos, sus novedades, sus atracciones. Y jugar significa quedarse cada vez con un trocito de este mundo: un trocito que puede componerse de un amigo, de objetos, de reglas, de un espacio que ocupar, de un tiempo que administrar, de riesgos que correr. Y ningún adulto podrá prever o medir la cantidad de cosas que aprende un niño jugando. Nadie podrá programar o acelerar este proceso, ni impedirlo o empobrecerlo. Y el modo que lo impulsa es el más potente que conoce el hombre: el placer. El juego libre y espontáneo del niño guarda parecido con las experiencias más elevadas y extraordinarias del adulto, como la de la investigación científica, la exploración, el arte o la mística, en las que el hombre se enfrenta a la complejidad y vive la experiencia del placer. Este texto está extraído del libro «Peligro, niños» de Francesco Tonucci. Fue publicado en la revista Nuova Responsabilitá en noviembre del 2004.